Toma uno, dos, tres sorbos…
“para nosotros, el cabello simboliza virilidad y salud”
Dice mientras suelta una carcajada con olor a café.
Su madre fue criada por una norteamericana que llegó a la Sierra Nevada para aprender más sobre los Kogui. Lorenzo tiene más de siete hermanos, la mayoría son adoptados. Saca su celular y muestra con orgullo las fotos de su familia, siempre que desliza con el índice hacia la izquierda, sus ojos se detienen unos segundos, como si fuese la primera vez que ve las imágenes. Guarda su celular en el bolsillo izquierdo del pantalón. Alza la taza de café hasta la altura del mentón, esta vez no bebe, sopla. Forma blanquecinas espirales de vapor en el viento.
“Antes de que naciéramos éramos lenguaje, éramos pensamiento, éramos espíritu. Después, todo eso se materializó con ciertos personajes que hicieron posible que nosotros ya nos convirtiéramos en personas. En carne”
Los hombres de hojalata es el libro que lleva su nombre. Allí relata cómo fue la llegada de los españoles desde el punto de vista de los indígenas, argumenta que el principal problema de los libros de historia es ese: los escriben quienes ganan. Mezcla el azúcar del fondo mientras el pitillo hace un remolino en la superficie. Para, lo saca. Una, dos, tres gotas redondas de café sobre la mesa.
“Lo que más extraño es hablar con alguien mi lengua. De tanto hablar español todos los días me duele, me duele la garganta. Ahora estoy afónico, a veces necesito hablar con alguien mi lengua. Muchos lingüistas dicen que la lengua materna es parte del alma de uno, entonces, la lengua que hace parte de mi alma es el kwowi, el no hablar es parte de mi alma que no se expresa”
Llegó a Bogotá en el 2013, nunca dejó de escuchar “ten cuidado”, “te van a robar”, “Tienes que desconfiar hasta de tu sombra”. Eso para él fue de las cosas más duras, en su comunidad, la confianza es primordial. Arropa las gotas de café con una servilleta, éstas no tardan en dibujar húmedos mapas irregulares.
La palabra “ko” significa cálido, y “wia” es gente. Kowiwa: gente cálida. Su comunidad es de la parte baja de la Sierra, donde hace más calor. La vestimenta es tradicionalmente blanca, mucho más delgada y ligera que la de los indígenas de la parte alta, los Mamo. Le frustra no poder usar su vestimenta en la ciudad, según él, el frío que siente cuando la lleva es insoportable. Pero al café parece no importarle que Lorenzo sea cálido, de todas formas se enfriará.
Hace pausas para saborear, los últimos sorbos los toma con calma. Piensa que estar lejos de su comunidad son años perdidos, pero trata de ver el lado positivo de las cosas; dentro de poco se graduará como sociólogo y su próximo libro está en revisión. Sin embargo, sabe que acá ya no hay calor, no hay mar, no hay selva ni briza salada. Ya no hay más café.