Alma líquida
Un espeso manto gris cubre los cerros. Bogotá se nubla, Yanco sonríe. Sabe que va a llover.
Dicen que el 70% del cuerpo humano es agua, pero en su caso, hasta el alma misma es líquida.
El agua ha sido una constante en su vida; desde el líquido amniótico que lo arrullaba en el vientre de su madre, hasta el día lluvioso en que llegó a la ciudad.
"Provenimos del agua, de la serpiente. Tenemos un arraigo con los animales del agua. Nacimos en una Maloka, ésta nos dio a luz, luego nació la primera mujer que es lo más importante dentro de la cultura."
Delgados hilos transparentes comienzan a llegar, la gravedad los estrella contra el suelo sin piedad. Los primeros amigos que conoció en Bogotá, fueron gracias a que él entrenaba canotaje. Admite que de las cosas más difíciles de llegar, fue sentir el frío entrando en sus huesos. Sigue sin acostumbrarse.
En el centro de su frente cae una gota, apresuradamente se escurre entre las cejas hasta llegar a la punta de su nariz. Ésta se entrega al vacío con las mismas ganas de un suicida.
"Seguir llamando a la casa y decir "estoy bien" pero a la vez no, porque me siento mal, me siento solo."
Su cultura cree en los agüeros y el mal de ojo. Todas las mañanas sin falta, se rocía con infusiones de plantas sagradas que lo protegen. Usa constantemente un anillo, un collar y un brazalete de plata, afirma que siempre que le va a pasar algo malo, el anillo se calienta a temperaturas descomunales. En ocasiones se le han roto sus protecciones, siempre que esto ocurre, regresa a su comunidad cuanto antes, para así adquirir una nueva protección. El agua cae, todos corren. Esquivan charcos y abren sus paragüas. Los menos afortunados esperan bajo los techos salientes de las casas, Yanco no. Él se queda mientras la gente huye.
El agua lo abraza mientras su ropa se empapa.
Ahora sí está en casa.