Nacer no es sólo vivir,
nacer también es conocer nuestros orígenes.
Hijos del sol, el maíz, el agua y la palabra. Con distintas lenguas y creencias, pero la misma sangre indígena.
Llegar a Bogotá es nacer nuevamente: Todo es reciente, distinto, ajeno y extraño.
Enormes columnas de concreto con pequeñas ventanitas, calles que parecen laberintos con referencias numéricas, afanadas multitudes que siempre llegan tarde a su destino, árboles artificialmente decorados y frutas naturalmente transgénicas. Ríos canalizados, pájaros grises y basura colorida. Llegan a un mundo distópico, lleno de miradas extrañas y lugares irreconocibles. Nadie habla su lengua ni entiende sus costumbres.
Ahora son extranjeros en su propio país.
Entienden que hay que perderse en las calles para redescubrirse a sí mismos.
Llegar a Bogotá es un mal necesario.
Llegar a Bogotá es nacer nuevamente.